Antes solía pensar que las personas exitosas (o las que yo clasificaba como exitosas), esas que tenían mucho dinero y publicaban en sus redes sociales vidas de lujo y también múltiples oficios, habían nacido con un don que yo no tenía, con el que no había tenido la suerte de nacer. A la edad de 30 años, en un viaje que hice con mi marido, (uno de tantos que me hacen darme cuenta de lo afortunada que he sido), en un aeropuerto, en medio del aburrimiento, se me ocurrió ir a la tienda mas cercana y comprar un libro y fue entonces cuando tuve mi primer encuentro con el increíble mundo del poder mental y el crecimiento personal. El libro se llamaba Las Gafas de la Felicidad e inmediatamente hizo clic en mí, despertó algo que estaba dormido pero que tenía muchas ganas de cobrar vida.

Años atrás mi vida iba bien, estaba recién casada, tenía estabilidad económica, buena salud, ningún problema en mi familia… en fin que mi vida iba bastante bien, pero sin embargo sentí la necesidad de pedir una cita en un psicólogo porque algo me faltaba. Recuerdo cuando llegue a la consulta el día acordado y fue una de las situaciones más incomodas que me ha tocado vivir, el doctor era bueno, no le echo la culpa, pero no había nada de qué hablar, el pobre me preguntaba y ¿qué tal tu matrimonio?, bien y ¿tu familia?, bien, al final de la sesión me dijo: ¿sabes?, puedes contarme lo que quieras no tienes que esperar que yo te pregunte, pero doctor, es que no tengo nada que contarle, solo se que algo no va bien en mi vida, pero no se como ponerlo en palabras. En fin, llegué a la casa y pensé, que loca, no necesito un psicólogo, la gente que va al psicólogo tiene problemas graves… y que equivocada estaba.

Volviendo a la historia del aeropuerto, finalmente compré el llamativo libro y no puedo explicar en palabras lo que significó su lectura. Cada página que leía era como un despertar, era algo maravilloso y me repetía a mí misma “yo sabía, yo sabía que había algo más, que el poder de la mente y la energía pueden cambiar tu vida”.

Leí durante toda la espera en el aeropuerto y durante todo el vuelo e hice los ejercicios que propone el autor en el momento. Cerraba mis ojos y hacía visualizaciones e inmediatamente sentía la energía recorriendo mi cuerpo y activando algo nuevo en mi cerebro, eran zonas que estaban dormidas y que causaban gran felicidad y seguridad con una sensación de que todo iba a estar bien. Era una sensación que sabía que quería que permaneciera en mi vida por siempre. El autor repite constantemente que debes practicar y practicar, que tu forma de pensar no va a cambiar solo por leer un libro, de hecho, no va a cambiar así leas 1000 libros, el poder de la transformación está en practicar y practicar y reprogramar la manera como pensamos. Esta es la parte que me llevo muchos años entender y poner en práctica.

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El largo camino hacia la transformación ¿Cómo me di cuenta por donde empezar?

Parece mentira, luego de descubrir el poder de la mente y de creer firmemente que todo lo que te ocurre en la vida depende de lo que te dices a ti mismo, me era imposible llevarlo a cabo.

A los 33 años me mudé de país, empecé un negocio nuevo que suponía un montón de inversión y me asocié con mi familia, lo cual sabía desde un inicio que podía no salir muy bien. Al año, comencé a sufrir de ansiedad, nunca experimenté ataques de pánico, pero llego un momento en mi vida que evadía cualquier tipo de trabajo porque sentía que me superaba, me ponía excusas y me quedaba frente al televisor por días sin si quiera disfrutar porque me repetía constantemente tienes que trabajar, tienes que terminar lo que empezaste, tienes que… tienes que… Era un circulo terrible.

Cuando empecé a hablar del tema con familiares y amigos, la mayoría no me prestaban atención, mas bien creo que pensaban que estaba leyendo cosas esotéricas y que me iba a poner fastidiosa y extremista, pero algunos pocos amigos y familiares fueron de gran ayuda en mi proceso y no porque me ayudaron a sanar directamente, sino porque compartíamos nuestras experiencias y al escuchar como lo manejaban y como veían mi ansiedad desde afuera me dio muchas herramientas para poder trabajar en el poder de mi mente.

Resulta que muchos de mis amigos sufrían ataques de ansiedad y no lo hablaban con nadie, de hecho, algunos están medicados para la depresión y la ansiedad y me dí cuenta de que es mucho más común de lo que se cree. Ojalá habláramos con más libertad del tema.

Mi momento de revelación

Uno de mis momentos de mayor revelación fue un mensaje que mandaron por el whatsapp al grupo “Familia” (todos tenemos este grupo). Era una imagen con 2 píldoras, una azul y una roja y como en la Matrix tenias que escoger si tomar la azul y volver a la edad de 11 años con todos los conocimientos que tienes hoy o tomar la roja y sumar 50 años a tu vida, pero con 50 millones de dólares en el banco. La mayoría escogía la azul, pero yo y otros miembros nos decantábamos por la roja y fue cuando me di cuenta de que el miedo gobernaba nuestras vidas. ¿Cómo podíamos preferir tener 50 años más que ahora solo por tener dinero? Algo no anda bien, ¿a que le tenemos tanto pavor? Y fue cuando empecé a analizar a profundidad mis miedos.

Resulta que el cerebro humano va acumulando experiencias y las va procesando y de cada experiencia se queda con un aprendizaje que nos va a recordar cuando estemos ante una situación similar. Cuando nos enfrentamos a una situación difícil, el cerebro guarda el dolor, por así decirlo, y ante situaciones similares te recuerda lo que duele y automáticamente nos entra miedo porque no queremos esa sensación. Las personas que escogemos la píldora roja guardamos muchísimos miedos y nuestro cerebro funciona a través de ellos, las decisiones que tomamos están gobernadas por el terror y ¿qué buenas decisiones pueden salir de ahí? Por eso nos da pánico afrontar muchas situaciones, experimentamos ansiedad y las evitamos por completo frente a la TV viendo Netflix y atormentándonos a nosotros mismos (por ejemplo).

El ejercicio de sanación

Cuando por fin me di cuenta de esto, comencé un trabajo profundo de reprogramación mental, es sencillo pero agotador y requiere de constancia. Cada vez que venía a mi cuerpo esa sensación de ansiedad, dejaba todo lo que estaba haciendo cerraba los ojos y debatía con mis miedos una y otra vez hasta conseguir la calma. Mis argumentos eran y siguen siendo los siguientes:

  • No hay que tener miedo a nada porque nada es tan grave como para causarnos malestar.
  • El miedo es un invento de la mente que la mantiene prisionera y no deja salir su potencial. Alejar los miedos de la mente permite poder desarrollarnos de la manera que queramos y eso es libertad.
  • Tienes mucho más de lo que se necesita para estar bien porque para estar bien solo se necesita un techo sobre la cabeza, algo de abrigo y comida y eso siempre lo has tenido y siempre, siempre lo vas a tener porque tienes un grupo de gente que te quiere y que aun en las peores circunstancias de la vida te van a ofrecer abrigo y comida, entonces ¿a que le tenemos tanto miedo?
  • La vida es muy simple y nos la hacemos complicada colocando capas y capas de necesidades inventadas que nos causan mas miedo y ansiedad. Como dije en el punto anterior, lo que necesitas para estar bien ya lo tienes, todo lo demás son cosas sin las que podrías vivir perfectamente bien, de hecho, hay millones de personas que tienen mucho menos y son más felices, esto demuestra que son invenciones de tu cabeza.

Estos argumentos racionales me los repito todas las mañanas con mucha energía y cada vez que siento un destello de ansiedad. Cada día refuerzo más esas creencias y me da mucha alegría que cuando me encuentro ante alguna situación de estrés automáticamente mi mente me recuerda que la vida es muy sencilla y me entra mucha calma.

¿Que sigue ahora?

Aun sigo todos los días en mi proceso evolutivo hacia la libertad plena de la mente y se que me queda mucho camino por recorrer. Hay situaciones en particular que aun me causan ansiedad e intento profundizar en el miedo que está atado a ese hecho para poder conseguir argumentos racionales que desvanezcan ese temor particular, pero esto no es tarea fácil.

Creo que el crecimiento personal es un camino maravilloso sin fin y que la gente “exitosa” vive su vida sin miedos y experimenta mucha libertad.

Todos podemos lograrlo si encontramos los argumentos racionales que nos funcionen y los repetimos con ímpetu a diario.

Si lees esto y es de utilidad para ti quiero que sepas que me hará muy feliz porque si todas las personas trabajáramos nuestros miedos no habría tanta depresión y ansiedad en el mundo.

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